¿Qué es la Ansiedad?
Según la Asociación Americana de Psiquiatría, la ansiedad es una respuesta adaptativa y natural del cuerpo ante situaciones de estrés o peligro inminente. Se trata pues, de una respuesta anticipatoria a una amenaza futura: la situación aún no se ha dado, pero nuestra mente ha generado posibles escenarios futuros y nuestro cuerpo ha reaccionado en consecuencia (lo que llamaríamos «adelantarse a los acontecimientos»).
Sin embargo, cuando ésta reacción se vuelve constante o desproporcionada, puede interferir significativamente en la vida diaria de una persona, y es aquí cuando pasaríamos a hablar de Trastornos de Ansiedad. Éstos consisten pues, en una ansiedad clínica desproporcionada frente a situaciones donde el peligro no es real, sino percibido; causan gran malestar y son verdaderamente incapacitantes y desagradables para la persona que los sufre.
¿Cómo funciona la Ansiedad?
Cuando nuestro cerebro percibe un peligro (real o imaginario), se produce una respuesta de activación a la que llamamos ansiedad. Los síntomas que se experimentan aparecen de forma inmediata frente al peligro y van incrementando hasta alcanzar su pico más alto. Una vez aquí, van bajando lentamente hasta regresar al estado inicial. Esto se llama «la curva de la ansiedad«.
Nos da mucho miedo experimentar los síntomas durante un período largo de tiempo, puesto que son desagradables, causan gran malestar y nos preocupa que pueda ser algo grave. Por ello, cuando la ansiedad llega a su punto más álgido tratamos de provocar una bajada inmediata mediante conductas de seguridad (como evitación o escape).
Esto actúa como refuerzo negativo, ya que buscamos reducir el malestar de forma instantánea sin esperar a que nuestro cuerpo vuelva al estado de reposo inicial de forma natural. Al forzar una bajada de ansiedad, damos lugar a un escape: buscamos escapar del malestar lo antes posible y, haciendo esto, engañamos a nuestro cerebro al decirle que sí hay peligro ¿por qué íbamos a escapar sino?

Así pues, al evitar o escapar de aquello que nos resulta desagradable obtenemos beneficio a corto plazo, pero a la larga estamos prolongando y manteniendo el problema.
De buena tinta sé que hacer frente a la ansiedad y no escapar de ella es algo muy complicado, pero debemos saber que no es más que nuestro cuerpo reaccionando de forma anticipada a situaciones futuras que todavía no han sucedido, sino que las estamos imaginando nosotros. Recuerda que no va a suceder nada peor, y que «todo lo que sube baja», esas sensaciones tan horribles pasarán.
Síntomas principales de la ansiedad
Los síntomas de la ansiedad pueden variar dependiendo del tipo de trastorno, pero comúnmente incluyen:
- Físicos: taquicardia, sudoración excesiva, temblores, mareos, dificultades respiratorias o hiperventilación, náuseas o problemas gastrointestinales, vómitos, parestesias (hormigueo en extremidades), tensión muscular…
- Cognitivos: pensamientos intrusivos, preocupaciones constantes y dificultad para concentrarse.
- Conductuales: evitación de situaciones que generan miedo o estrés, inquietud, conductas de seguridad y comportamientos compulsivos.
Tipos de trastornos de ansiedad
Éstos trastornos se diferencian del miedo o la ansiedad normal propios del desarrollo por ser excesivos o persistir más allá de los períodos de desarrollo apropiados (es decir, persisten en el tiempo). Existen diferentes tipos de Trastornos de Ansiedad según el Manual Diagnóstico de los Trastornos Mentales (DSM-5); entre los más comunes se encuentran:
- Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG): preocupación excesiva y persistente por diversos aspectos o eventos cotidianos, como el trabajo, el rendimiento escolar, enfermedades, etc.
- Trastorno de Pánico: se experimentan recurrentes crisis de pánico, las cuales pueden ser inesperadas (sin razón aparente) o esperadas (en respuesta a objetos o situaciones temidas), y se tratan de la aparición súbita de síntomas de miedo o malestar intensos y desbordantes, que alcanzan su máximo en minutos. La persona se siente persistentemente intranquila y preocupada por tener nuevas crisis, o cambia su comportamiento de forma desadaptativa debido a las mismas.
- Agorafobia: miedo a situaciones en las cuales, en caso de experimentar un ataque de pánico o síntomas similares a éste, no se pueda escapar o recibir ayuda (como transporte público, espacios cerrados, lugares abiertos, estar en una multitud, estar solo/a fuera de casa…).
- Fobias Específicas: miedo irracional hacia objetos o situaciones particulares, como alturas, animales, inyecciones, sangre, fenómenos naturales, etc.
- Ansiedad Social: temor intenso a situaciones o interacciones sociales que implican la posibilidad de ser examinado, ya que se siente miedo a la crítica o valoración negativa por parte de los demás, así como miedo a equivocarse o a no actuar de forma correcta.
A pesar de compartir características comunes de miedo y ansiedad, los Trastornos de Ansiedad se diferencian entre sí según el tipo situaciones que se temen o se evitan y del contenido de los pensamientos o creencias asociados a éstas.
Tratamientos psicológicos para la ansiedad
Abordar la ansiedad de manera adecuada es fundamental para mejorar la calidad de vida. En el siguiente esquema, te muestro de forma resumida algunas opciones terapéuticas que pueden servirte de ayuda. Recuerda que estamos hablando en todo momento de una condición clínica, por lo que es importante pedir ayuda profesional para ponerlas en práctica si tienes interés en probar alguna de estas terapias:

A pesar de que la ansiedad funciona de igual forma en todas las personas, cada caso es diferente, y lo que funciona para algunos, puede que no lo haga para otros. Cada persona necesita encontrar el tipo de intervención que mejor se adapte a ella y que más eficaz le resulte. Todas las terapias mencionadas han sido comprobadas empíricamente para su aplicación en terapia, pero podríamos decir que las más empleadas son:
- Técnicas de Relajación: las más conocidas son la Relajación Muscular Progresiva de Jacobson y la Respiración Diafragmática. Esto puede combinarse con la práctica de Mindfulness y ejercicios como el yoga.
- Terapias de Exposición: consiste en mantener contacto con el estímulo temido a fin de reducir la ansiedad. Se realiza de forma gradual (de menos miedo a más) en base a una jerarquía de situaciones que causan temor, y es importante que ésta sea aplicada por un profesional en un proceso terapéutico. Es muy utilizada sobre todo en fobias.
- Terapia Cognitivo-Conductual (TCC): es la primera elección para tratar trastornos de ansiedad, ya que se centra en modificar los pensamientos y conductas disfuncionales por otros más adaptativos. Así pues, su objetivo es identificar los pensamientos automáticos y las distorsiones cognitivas para así poder analizarlos y ajustarlos, con la finalidad de transformarlos o sustituirlos por otros más racionales y adaptados a la situación concreta. Para ello, la técnica más empleada es la reestructuración cognitiva.
- Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT): no se centra en eliminar los síntomas, sino en aceptar los pensamientos ansiógenos y las emociones asociadas como sucesos normales propios de la mente humana. Para ello, emplea la defusión cognitiva, que considera que los problemas se mantienen porque evitamos aquello que nos genera malestar, y consideramos los pensamientos automáticos negativos como reales. Así pues, según este término, no podemos evitar que los pensamientos aparezcan en nuestra mente, pero si podemos elegir si creerlos o no.
Se han estudiado otras terapias como las de Biofeedback y Neurofeedback, pero éstas tienen poca investigación y baja calidad, ya que no se han observado ventajas en comparación con los tratamientos anteriores. Así pues, su uso no está muy recomendado (salvo en casos especiales y con mucha cautela).
¿Cuándo buscar ayuda profesional?
Es recomendable acudir a un psicólogo cuando:
- La ansiedad interfiere significativamente en las actividades diarias.
- Los síntomas persisten durante un periodo prolongado.
- Existe dificultad para controlar las preocupaciones.
- No sabes cómo hacerles frente ni cómo gestionar la situación.
La intervención temprana puede prevenir el agravamiento de los síntomas y promover una recuperación más efectiva.
Conclusión
La ansiedad es una condición común que afecta a muchas personas en diferentes etapas de la vida. Reconocer sus síntomas y saber cómo funciona es el primer paso hacia una gestión efectiva.
No es malo sentir ansiedad, es una emoción más que nos prepara para actuar en ciertas situaciones. El problema es cuando se vuelve desadaptativa y patológica, ya que se experimentan síntomas muy desagradables e incapacitantes que impiden el correcto desempeño de las actividades de la vida diaria. Además, puede traer problemas a largo plazo (como problemas de estrés, gastrointestinales, hormonales, etc.).
Con el apoyo adecuado y las estrategias terapéuticas pertinentes, es posible llevar una vida plena y equilibrada.